Iona's Shits

Empecemos por el principio, por un evento sin el cual Iona Sharpe no habría nacido. Sucedió en la ciudad que le diera el nombre, Iona, Escocia. En aquellos tiempos,, hubo más de uno que lo hubiera definido como un pueblito de mala muerte, con sus escasas calles iluminadas y una principal que se convertía en la vena que le daba vida. Las dos únicas cosas destacables que poseía el pueblito escocés era el convento de hermanas franciscanas que hacía de casa de retiro para feligreses de todo el mundo y un spa de lujo, cuya clientela era tan exclusiva que jamás pisaban el pueblo sino que llegaban a través del aeropuerto privado. Dónde unos practicaban la austeridad, los otros despilfarraban recursos. La verdad detrás del spa era un secreto mal guardado pues todo el mundo sabía que se trataba de un centro de rehabilitación para aquellos que consideran que se limpiaran más rápido mientras más anónimo y recóndito sea le sitio donde paguen sus pecados.
Los padres de Iona estaban allí por las únicas dos razones por las que cualquier extranjero llegaba a ese paraje, ella recorría escocia y pasaba la noche en el convento; el visitaba a un compañero de la banda que se desintoxicaba a duras penas. Suri jamás había tenido problemas con las sustancias, él abusaba de ellas y no ellas de él, su adicción era la fama y evitaba cualquier asunto que pudiera apeligrarla. Se alojaba en una cabaña lejos del pabellón dónde estaban los demás huéspedes y en los cuatro días había descubierto que en aquel lugar no había mujeres decentes o más bien, había demasiadas. Pero la suerte le sonrió cuando Fernanda Riveiro, de 19 años, con la piel tostada por haber crecido en el caribe brasileño ingresó al único bar y le sonrió por esa solidaridad que tienen todos los forasteros que se encuentran en la misma circunstancia, él lo tomó como una invitación. Suri se olvidó del aburrimiento por completo en cuanto la adrenalina lo invadió mientras ayudaba a Fernanda a colarse de regreso al convento. Al día siguiente se despertó enamorado y como hombre de impulsos que era, extendió su estadía por tiempo indefinido. Tres semanas duró su romance, se hospedaron en el spa, retozaron como si la vida dependiera de ello y se despidieron con un abrazo, sin promesas ni juramentos. Él no los había nunca y ella no era ingenua.
Fernanda dio a luz durante una tormenta tropical en la sala de estar de la casita de su abuela, al frente en el restaurante de mariscos, sus primos y su tío protegían el lugar apretando el cuerpo contra las contraventanas de caña para que el viento no apagara las velas prendidas a todos los santos. La niña recibió el nombre de Iona, ciudad dónde sus padres se conocieron, cumpliendo así el deseo expresado por su padre como una confidencia de borrachera. Fernanda, quién fue repudiada por sus padres en el momento en que la supieron embarazada cuando regresó de Europa con el vientre marcado, trabajó arduamente durante dos años en el restaurante de la abuela mientras su hija crecía criada con la ayuda de la familia que rondaba el sitio. Pasado ese tiempo emprendió viaje a NY con la esperanza de cumplir el sueño americano, dejó a su pequeña con mucho pesar en brazos de la matrona partió con mucho temor. En NY conocería a su esposo, Darci, un brasileño cuya única ambición en la vida era volver a su tierra; ambos congeniaron inmediatamente y de pronto, la vida de Fernanda parecía estar resuelta.
Con siete años, Iona pisó NY por primera vez, fue a visitar a su madre que en busca de la ciudadanía americana no podía salir del país. La pareja Costa había decidido quedarse en la ciudad luego de descubrir que el hombre tenía problemas de fertilidad, se quedaban para aprovechar los avances en salud evitando así perder la esperanza de ser padres algún día. Iona quién ya sabía quién era su padre, molestó a su madre hasta que obtuvo la autorización para conocer al hombre y presentarse a sí misma. No tuvo suerte. A los pocos meses, volvió a Brasil, a su caribe. Creció a la ribera del mar, vendiendo comida a los turistas con sus primos, surfeando y jugando voley cuando podía escaparse de su abuela. No era una niña mala, solo algo rebelde.
Con diez años, tuvo la sorpresa de su vida, Suri, con un aspecto totalmente fuera de lugar apareció en el restaurante reclamando conocer a su hija y así comenzó la historia del par. Fernanda le había cumplido el sueño a su hija contactandose con Suri tan solo dos meses después de la partida de Iona, sin embargo, como todo en la vida de Suri era caótico, él tardó tres años en buscar a su hija. Reconoció en la pequeña, no solo los ojos de su madre, sino su propio espiritu rebelde, era una criatura libre y confirmó esto en cuanto la joven expresó que no extrañaba mucho a su madre, que la comprendía. Suri se preguntó: ¿qué niño comprende a sus padres? Su hija por supuesto. Sin embargo, Iona tuvo que esperar un año más antes de poder reunirse nuevamente con sus padres en tierra americana.
Con once años, la pre adolescente pisaba nuevamente la ciudad donde todos los sueños se vuelven realidad y venía para quedarse. Con una leyenda musical como progenitor, no le fue dificil ingresar a un circulo social, más después de descubrir que tenía un hermano de la misma edad y otro mayor. No se sintió sola en New York. Por otro lado, su madre fue la encarga de mantenerla con los pies en la tierra y así fue que no se descarriló encandilada por la locura de su nuevo hogar.
La vida en NY para la brasileña fue buena, se adaptó inmediatamente, su personalidad independiente evitó que extrañara la vida que dejó atrás y la ayudó a convertirse en toda en una neoyoker. Culminó la secundaria sin penas ni glorias e inició sus estudios en la NYU, mientras comenzaba a dar sus primeros pasos seguros en el mundo del modelaje.
Estaba en el primer año de Periodismo cuando Cali llegó a su vida e Iona comprendió la dicha de tener una hermana, congeniaron inmediatamente siendo esa la época por la cual comenzó a frecuentar más y más la casa paterna. Al año siguiente, el tríonse completaría con la llegada de Venice. Sin embargo, la presencia de sus hermanas no fue la razón por la cual Iona finalmente aceptara el apellido paterno.
Hace un año, Iona se graduó de la universidad y al no ser reconocida por su padre - ambos decidieron que seria mejor mantener el anonimato con el apellido materno - el permiso de pertenencia en el país le fue revocado por lo que estuvo a nada de ser deportada. Para evitarlo, Iona recurrió en primer lugar a sus amistades y estuvo a punto de contraer matrimonio con una amiga sin darse cuenta de que no serviría de nada. Fue su hermano mayor quien la sacó de su error, convenciendola de que el apellido paterno era la única salida. Iniciaron los trámites legales y se vio obligada a residir en la casa Sharpe junto a su padre y sus hermanos.